8/9/2016
Noche
y día hemos visto la saturación de la barra de programación de Televisa y
TVAzteca, de estaciones de radio, de revistas y algunos periódicos, de los
pormenores de la vida del Divo
de Juárez, así como de sus canciones.
El tratamiento mediático a la muerte
y funeral de Juan Gabriel nos ha permitido observar cómo se siembra en la idiosincrasia de los mexicanos el más reciente distractor
nacional, pero también la creación de un
nuevo “prócer”, disfrazado de “estrella” que, a la par de otros más, cubran el hueco que han dejado el culto a los héroes
nacionales.
Está
sumamente documentado cómo en México, en la primera mitad del siglo XX, para
restar poder a la hegemonía clerical y pacificar
nuestro país, los nacientes gobiernos civiles
establecieron en México el culto a los héroes nacionales, a la luz de ello
debe entenderse los niveles de cuasi santidad que alcanzaron figuras como
Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, Emiliano Zapata, sólo por mencionar algunos.
Lo
que estamos viviendo en los años recientes es el
intento por renovar otro culto paralelo al “oficial”,
cuya piedra angular son “figuras
de la cultura popular”, es así como debe entenderse la nueva ola
de endiosamiento de personajes como: Chespirito, Joan
Sebastian y Juan Gabriel, quienes vienen a sustituir a los desgastados y vetustos: Pedro Infante, Jorge
Negrete, María Félix, entre otros.
Curioso,
esta nueva generación de dicho culto está construida a partir de una generación de
personajes creados al amparo de la televisión hegemónica que se niega a morir y que, por cierto, es pilar del sistema que usufructuó el otro culto, el de los héroes patrios.
En ese tenor el aporte y
brillantez de Juan Gabriel,
que debería circunscribirse ni más ni menos sólo a los ámbitos de sus méritos personales y del entretenimiento,
se magnifica. Lo están “divinizando”.
No
me mal interprete, la vida de Juan Gabriel nos merece respeto en todos los
sentidos, su obra queda al gusto de la audiencia y el análisis musical de la
misma de quienes conocen al respecto.
Lo que indigna a algunos –entre ellos yo- es que desde el pasado 28 de agosto, hemos
visto el incubamiento de un culto a un hombre, que por muchos discos que haya vendido, nada aporta a la solución de
nuestros problemas como país, ni a la expansión de nuestro pensamiento, aunque su biografía motive a algunos.
Por
más que usted quiera no ha habido forma de que nos mantengamos al margen de las clases “evangelizadoras” transmitidas por televisión: de “cómo un niño pobre puede
llegar a ser una estrella”, de “cómo alguien puede levantarse ante la
discriminación”, de “cómo una persona puede ser sencilla no obstante su riqueza
económica” y así hasta el cansancio.
Para
qué crear ídolos, ya que si queremos progresar de lo
que se trata es de lo contrario, de luchar: “…contra
la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los
FANATISMOS y los prejuicios”,
al menos así lo señala el tan olvidado artículo
tercero constitucional.
Los
verdaderos próceres –en
cualquier latitud- han desafiado al
sistema, han expuesto su vida, han significado un rompimiento para el estado de
cosas imperante, en otras palabras son una fractura a la opresión y encarnan el progreso de las libertades
individuales y colectivas.
Seamos
serios, Juan Gabriel dista muchísimo de ello, ensalzarlo como prócer nacional –aunque no se exprese esto al pie de la letra por los interesados-, es crear un héroe nacional de pacotilla, cuyos derechos de usufructo
serán explotados por los mismos que lo crearon y ahora lo mitifican.
Bonita
forma de incidir en la educación de nuestro pueblo sin necesidad de reformas
educativas ni de oposición.
¿Qué
le parece?
@abelpr5
Doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.
|