8/9/2014
Hoy me refiero al correr hacia la búsqueda de lo que está más allá de la
mente y también como una vía intencionada para el ejercitamiento del cuerpo.
Con el paso de los siglos hemos descubierto que correr no sólo es una
función de nuestro organismo, sino que es una red compleja de reacciones
bioquímicas, músculos, sistemas,
mecanismos, sentimientos, pensamientos e intuiciones que encierran grandes
misterios y enseñanzas.
Correr no debe confundirse con el andar a prisa, no me estoy refiriendo
al trajín de todos los días bajo la angustia, que nos asedia con el estrés y
nos marca con la ansiedad, y nos encamina a todo el cúmulo de enfermedades vinculadas
con el sistema nervioso.
Es cierto que son múltiples los motivos por los cuales llegamos a la
práctica de la carrera asidua e intencionada, pero también es cierto que ya
encaminados no es tan importante el cómo
llegamos sino hasta dónde queremos llegar.
A veces las personas recurrimos a correr como parte de una moda, otras
veces lo hacemos como una forma de paliar nuestros sentimientos de culpa por
haber abusado en la comida y bebida, o como una vía para escapar de nuestros
problemas, pero hay quien lo hace para desafiarse a sí mismo.
De acuerdo con lo que afirman los expertos, correr asidua y
organizadamente, conlleva múltiples beneficios en las articulaciones, favorece
la circulación sanguínea, disminuye el riesgo de deficiencias en los riñones,
se disminuyen los niveles de grasa corporal, estimula el desarrollo muscular y
en el ámbito cerebral se produce una sensación de bienestar a partir de la
segregación de endorfinas; por si fuera poco, correr mejora en general los
procesos mentales.
Todos estos beneficios dan como resultado que las personas que corren
aumentan su expectativa de vida y reducen en un promedio del 20% las
posibilidades de sufrir un paro cardiaco.
Pero lo anterior es sólo el preámbulo de otras riquezas que no están a
primera vista y los corredores, en especial los maratonistas, conocen muy bien
uno de ellos cuando se topan con La Pared.
La Pared es un estado que dicen se
alcanza por ahí del kilómetro 30 y es una especie de barrera invisible que pone
a prueba la resistencia del cuerpo y mente. En totalrunning.com la describen así:
“…en términos muy simples, La
Pared podría describirse como un agotamiento extremo… Este
agotamiento se representa como una sensación de pesadez en las piernas, algo
así como si de repente nos amarraran un costal de arena en cada pierna e
intentáramos seguir corriendo, dolor y cansancio muscular, y en ocasiones
acompañado de una especie de "depresión" anímica, no siempre asociada
con el mal rendimiento corporal, sino por factores químicos del cuerpo. Hemos
visto en maratones a corredores adultos sentados en la acera llorando como
bebés, esto está relacionado químicamente con La Pared”.
La Pared es una total rebelión en el
interior del ser humano, porque ante el eminente agotamiento de las reservas
energéticas del individuo, el cerebro activa un mecanismo para proteger nuestro
organismo y emite señales para que se detenga la actividad física de
“sufrimiento”, es aquí, en este punto, donde la voluntad se impone a los
mecanismos físicos y psicológicos y logra sacar avante la misión del corredor.
La existencia de La Pared sólo puede comprobarse llegando a ese
estado y luego sobrepasándola, esto es un proceso totalmente individual e
intransferible, como todos los misterios de la vida que no obstante se
comuniquen, siguen intactos hasta que se viven.
La capacidad de correr, en el ser humano es una actividad más antigua
inclusive que el pensamiento. Correr es una cualidad del pre hombre, y
siempre acompaña las funciones orgánicas
que hacen posible la supervivencia. ¿Por
qué no probar, además, que somos capaces de traspasar también nuestras barreras
y llegar más allá de La Pared?
abelpr5@hotmail.com / @abelpr5 /
facebook.com/PerezRojasAbel
Poeta, comunicador y doctor en Educación Permanente.
Dirige: Sabersinfin.com
|