18/5/2023
Al
escribir estas líneas, el tipo de cambio se ubica en 17.55 pesos por dólar, su
nivel más bajo desde mayo de 2016. Este último movimiento de apreciación del
peso obedece a la publicación del dato de inflación de abril en Estados Unidos
que cayó a 4.9%. Se trata de un nivel que, si bien es todavía muy elevado con
respecto a la meta de 2%, es bastante inferior al pico de 9.1% observado en
junio pasado y que confirma que el proceso desinflacionario está en marcha,
reforzando la percepción de que el ciclo de subidas de la Reserva Federal ha
concluido. Esta percepción resultó en una depreciación generalizada del dólar.
En lo
que va del año, el peso ha ganado un 10% frente al dólar, como resultado no
solamente de depreciaciones generalizadas del dólar, sino a que ha tenido un
mejor desempeño relativo frente a otras monedas emergentes. Este comportamiento
de la moneda nacional se debe al menos a tres factores.
Primero,
en un contexto en el que la mayoría de los países emergentes implementó fuertes
expansiones fiscales para hacer frente a la pandemia México decidió no tener
una respuesta fiscal, por lo que nuestras cuentas fiscales lucen menos
vulnerables. Con esto no quiero sugerir que se trató de una respuesta de
política adecuada: por el contrario, me parece que México tenía espacio fiscal
para dedicar recursos públicos a la protección temporal de los grupos más
afectados por la contingencia sanitaria.
Segundo,
México es un país sin desequilibrios externos, con un moderado déficit de
cuenta corriente que estimo cierre este año en alrededor de 1% del PIB, menor
al del resto de economías grandes de Latinoamérica y cuyo financiamiento no
representa problemas, al grado que no se requieren flujos de portafolio para
ello. En buena medida, este bajo déficit de cuenta corriente se explica por el
importante crecimiento que han tenido las remesas, lo cual a su vez se explica
por la fortaleza del mercado laboral estadounidense.
Tercero,
el elevado diferencial de tasas de corto plazo entre México y Estados Unidos,
que, ajustando por riesgo, hace de México uno de los países más atractivos para
invertir en instrumentos de corto plazo. Lo anterior se ha visto reforzado por
el denominado carry trade, una
estrategia de inversión en la que inversionistas toman préstamos en una moneda
con una relativamente baja tasa de interés para invertirlos en donde se
ofrezcan mayores retornos. En lo que va del año la tenencia de Cetes por parte
de inversionistas extranjeros ha aumentado en 2,595 millones de dólares,
alrededor del doble de las entradas a dichos instrumentos del año pasado.
Ahora
bien, ¿el nivel de tipo de cambio actual nos habla de un peso sobreapreciado?
Me parece que no. Al respecto, al llevar a cabo un análisis de tipo de cambio
real entre México y EEUU, considerando inflaciones y el tipo de cambio nominal
en el tiempo. Al hacerlo, podemos ver que si bien el peso se ha apreciado
respecto a su nivel de mayo del 2020 (cuando perdió valor de forma importante
ante el entorno de aversión al riesgo e incertidumbre que generó la pandemia), está
más depreciado en términos reales que prácticamente todo el periodo 2000-2015.
Es decir, el peso no está particularmente fuerte comparado con lo observado en
las dos últimas décadas.
¿Qué
esperar del tipo de cambio hacia delante? Si bien es una variable muy difícil
de predecir, creo que lo más probable es que el mejor desempeño frente a otras
monedas emergentes siga, aunque pudiendo depreciarse un poco y terminar el año
en niveles en torno a los 18.50. Esto debido a que el diferencial de tasas
entre México y EEUU se reducirá ligeramente (creo que Banxico ya no subirá la
tasa en la reunión de la semana próxima y que el ciclo de bajadas comenzará
antes). Por otro lado, siempre existen riesgos: una caída significativa en los
precios del petróleo, un conflicto en el seno del TMEC o el surgimiento de un
candidato a la presidencia con propuestas que impliquen el desanclaje de
equilibrios macroeconómicos podrían resultar en depreciaciones mucho mayores.
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