9/11/2022
La
evidencia histórica muestra que cuando la Reserva Federal de Estados Unidos (la
Fed) implementa ciclos de subidas en las tasas de política monetaria, el dólar
se aprecia frente a la mayoría de monedas del mundo. En episodios anteriores el
peso figuraba entre aquellas monedas que se depreciaban frente al dólar.
Estamos
ahora ante otro ciclo de subidas de la Fed. De hecho, es el ciclo más
pronunciado en las últimas cuatro décadas: en marzo de este año la tasa de
política monetaria de la Fed estaba en niveles cercanos a 0% mientras que ahora
se ubica en un rango de entre 3% y 3.25%. La expectativa es que para el primer
trimestre del año entrante esta tasa se ubique en niveles cercanos a 5%. Se
trata de un alza mayor a la del ciclo de aumentos observado entre 1994 y 1995
que fue uno de los factores que detonó la terrible crisis macrofinanciera en
nuestro país.
Como en
otras ocasiones, la mayoría de monedas se han depreciado frente al dólar
estadounidense. Tan sólo en lo transcurrido este año, el Euro se ha depreciado
alrededor de 12% frente al dólar mientras que la libra lo ha hecho en un 20%.
Un gran número de monedas emergentes también pierde valor frente al dólar.
En este
contexto de apreciación del dólar, el peso mexicano ha mostrado estabilidad,
incluso apreciándose 3% durante 2022. ¿Qué explica este comportamiento? Creo
que son varios factores.
En
primer término, la relativa buena posición fiscal frente a otras economías,
tanto avanzadas como emergentes. El nivel de deuda como porcentaje del PIB está
por debajo de 50%, lo cual es menor que el de la mayoría de países emergentes
grandes y consistente con un país con grado de inversión. Esta relativa holgura
habría dado algún espacio para una expansión fiscal que mitigara los efectos de
la pandemia y que hubiese ayudado a tener una más potente recuperación; hoy,
México es de los pocos países de América Latina que no ha alcanzado el nivel de
PIB prepandemia.
En
segundo lugar, está el hecho de que el país no tiene desequilibrios externos.
El déficit de cuenta corriente es también relativamente bajo (debiera terminar
el año en torno al 1% del PIB), lo cual compara también favorablemente con
otros emergentes. Se trata de un déficit que no implica problemas para su
financiamiento; se puede más que financiar con la inversión extranjera directa.
Esto se explica fundamentalmente por el tratado de libre comercio con Estados
Unidos y Canadá que, desde su firma en 1994, ha resultado en una creciente
capacidad exportadora que permite financiar la mayoría de las importaciones con
exportaciones. A esto se suma el alto nivel de remesas que se reciben en
México. Este año serán cerca de 58 mil millones de dólares lo cual equivale a
cerca de 4% del PIB y representa la mayor fuente de divisas para el país.
En
tercer lugar, está el alto diferencial de tasas de interés entre México y
Estados Unidos. En la década previa a la pandemia, ese diferencial había sido
en promedio de 4.5%. Ahora es de 6%.
Me
parece que durante 2023 el Banco de México, en un contexto de debilidad
económica y una vez que se constate que la inflación está descendiendo como se
anticipa, podría cerrar esta brecha. No debería preocupar que el resultado sea
una ligera depreciación del peso, que incluso podría dar algo más de
competitividad a las exportaciones, ayudando a amortiguar la desaceleración.
Además, el efecto en la inflación no sería significativo.
Me
parece que los fundamentales macroeconómicos que explican la estabilidad del
peso se mantendrán al menos durante los siguientes dos años, por lo que las
voces que anuncian una inminente depreciación del peso de 20% me parecen
exageradas. Desde luego, en materia de tipo de cambio todo puede ocurrir, pero
no creo que ese deba ser el escenario base. Ahora bien, en el mediano plazo, si
Estados Unidos retoma su senda de crecimiento y México permanece estancado
(como será el caso de no revertirse las políticas que han causado una
contracción en la inversión), sí deberíamos esperar una trayectoria de
depreciación del peso frente al dólar.
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