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Columna BBVA México

Carlos Serrano, BBVA México



Producir la gasolina que consume el país no es eficiente

17/1/2022

El mes pasado el gobierno anunció la intención de dejar de exportar petróleo a partir del 2023 para en su lugar utilizarlo en la refinación nacional de gasolinas con el objetivo de lograr “la autonomía energética” y dejar de importar gasolinas. Se argumenta que, al ser un productor de petróleo, México no debería importar un derivado de éste.

No hay ni en la teoría económica ni en la evidencia empírica ningún elemento que sugiera que producir un insumo implique algún tipo de ventaja comparativa para elaborar el producto final. En la economía global moderna, ocurre todo el tiempo lo contrario.

Estados Unidos vende aluminio y acero a Japón que los utiliza para producir automóviles que en una gran proporción son exportados a los Estados Unidos. Canadá exporta lácteos a Estados Unidos donde se utilizan para producir alimentos procesados que se exportan de vuelta a Canadá. Muchos países productores de café lo venden a países que tienen ventaja comparativa en el tostado o en la distribución para que ahí se elabore el producto final que se vende al consumidor global.

El comercio internacional se guía por el concepto de las ventajas comparativas. En condiciones de competencia, aquel país o sector o empresa que pueda producir un bien de forma más eficiente en relación a otros, es el que lo debería producir. Y eso se traduce en beneficios económicos para exportadores e importadores. Es más eficiente adquirir un producto de otro país donde se produce a un menor precio, incluyendo los costos de importación, que producirlo domésticamente.

La extracción de petróleo y la refinación son actividades económicas distintas. Ser eficiente en una no necesariamente implica serlo en la otra. México es relativamente eficiente en extracción, pero muy ineficiente en la producción de gasolinas. Pemex Transformación Industrial pierde enormes cantidades de dinero siendo la refinación su principal actividad: 62 mil millones de pesos en 2018 -alrededor de 2.6% del PIB- y 72 mil en 2019 - el 2.9% del PIB-; 232 mil millones en 2020, año atípico por la crisis de la pandemia (pero que da cuenta de los riesgos de una actividad tan sensible a los precios internacionales del petróleo). Hoy por hoy producir gasolina en México implica perder dinero.

Ahora bien, el que no se tenga una ventaja competitiva en la refinación de gasolina o de cualquier otro producto, sobre todo si representa un mayor valor agregado, no quiere decir que no sea deseable tenerla, pero esto no ocurrirá por decreto. Habría que invertir mucho dinero en la reconfiguración de las refinerías, lo cual entraña un riesgo ante la incertidumbre de qué tan rápido bajará la demanda por autos de combustión. Hay que considerar que Pemex lleva décadas intentando ser competitivo en refinación, sin ningún éxito. Aún más, es un riesgo que no debería correr el gobierno, el cual además carece del espacio fiscal necesario para hacer las inversiones requeridas.

Mientras sus refinerías mantengan su condición actual, y siga enfrentando enormes costos laborales, Pemex será ineficiente en refinación; lo anterior incluso tras la entrada en operación de Dos Bocas dada su limitada producción potencial; lo óptimo sería que el país no produjera ni una gota de gasolina. Sería mucho más eficiente comprarla en Estados Unidos. Con el dinero ahorrado se podría hacer mucho en materia de gasto social e infraestructura. Y si se tienen temores de desabasto, se puede invertir en capacidad de almacenamiento para garantizar inventarios durante periodos de tiempo cortos, considerando que la gasolina es un producto fácil de importar desde varios países.

Seguir produciendo la gasolina aquí implica, necesaria e inescapablemente, tener gasolina más cara. Esta la pagarán los consumidores o los contribuyentes. No hay de otra.

Por si fuera poco, producir gasolinas en México no solamente es más caro sino mucho más contaminante, debido al mal estado de las refinerías, por lo que seguir la estrategia planteada por el gobierno implicaría un deterioro para la salud de los mexicanos.

Por otra parte, el combustóleo resultante del proceso de refinación del crudo mexicano es tan contaminante que nadie en el mundo está dispuesto a comprarlo a excepción de la CFE para producir electricidad con procesos a su vez más contaminantes.

Dejar de exportar petróleo y producir aquí toda la gasolina que se demande resultará en grandes pérdidas económicas, en un desastre ambiental, de salud pública y en el seguro incumplimiento de los compromisos internacionales de México en materia de sostenibilidad

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