6/12/2021
La semana pasada los mercados financieros mundiales tuvieron pérdidas importantes
tras darse a conocer que ómicron, la nueva variante del coronavirus puede ser
potencialmente mucho más contagiosa que Delta, la variante predominante. Las
bolsas de valores y los precios de los bonos cayeron, mientras que el dólar se
apreció contra la mayoría de monedas. ¿Cómo impactará a las economías esta
variante?
Lo
primero que debe decirse es que todavía se cuenta con poca información sobre
ómicron, por lo que el grado de incertidumbre que la rodea es muy elevado. No
se sabe cuándo comenzó, ni si ocasiona síntomas más graves, ignorándose también
si a las personas que la contraigan les representará una mayor probabilidad de
ser internados o de morir.
Tampoco sabemos si las vacunas existentes son tan
efectivas para prevenir la transmisión de esta variante como lo son con Delta,
sobre todo porque los países en los que se cree que se dieron los brotes
iniciales, Zimbabue y Sudáfrica, tienen bajos índices de inoculación; por otra
parte, resulta desalentador que el presidente de Moderna, empresa que
desarrolló una de las vacunas más eficaces haya declarado que lo más probable
es que la efectividad sea sustancialmente menor ante esta nueva cepa y que es
posible que se tenga que desarrollar una vacuna con el propósito de combatir
esta variante en lo particular. Lo que sí parece ser más claro es que, como
Delta, esta variante se propagará globalmente; apenas ayer se dio a conocer el
primer caso en Estados Unidos.
La
incertidumbre general en torno a la enfermedad se ha traducido en dudas acerca
de la posibilidad de que haya más medidas de aislamiento que puedan retrasar la
recuperación económica. Por lo pronto, esto ya ha resultado en un incremento en
la volatilidad financiera que continuará en tanto no se tenga claridad respecto
al potencial de causar daño de ómicron. Habrá que amarrarse los cinturones.
Si un
número considerable de países adopta nuevas medidas de distanciamiento social
me parece que veremos varios efectos. Desde luego, la recuperación económica
perderá fuerza y me parece que también veremos inflación todavía más elevada
dado que, como he mencionado en estas páginas, se trata de un fenómeno sobre
todo asociado a la pandemia: por una parte, nuevas restricciones en fábricas,
puertos, embarcaciones y otros medios de transporte significarán más cuellos de
botella en la distribución de insumos y bienes finales; por otra, si hay nuevos
episodios de confinamiento veremos nuevamente más demanda de bienes (y menos de
servicios) lo que, en conjunto con los citados cuellos de botella, creará
situaciones de exceso de demanda que presionarán los precios.
Menos
crecimiento y más inflación pondría a los bancos centrales en una situación
complicada. Pero me parece que esta nueva cepa valida la posición que hasta
ahora ha tomado la Reserva Federal de Estados Unidos en el sentido de ser
paciente y no empezar a apretar la política monetaria ya que, como han
sostenido, la crisis sanitaria no ha terminado. Es posible que veamos nuevas
cepas que reduzcan la actividad económica y, por tanto, el nivel de empleo.
Creo que, desde luego, los bancos centrales deben de actuar a la primera señal
de que las expectativas inflacionarias aumenten de forma significativa.
Pero
también me parece que la política monetaria no es la mejor herramienta para
atender la amenaza que pudiera tener esta nueva variante (o las que aparezcan
en el futuro).
La política más efectiva, y esto desde luego aplica en México
que se ha rezagado en las últimas semanas, es acelerar el ritmo de vacunación.
La posibilidad de que se presenten nuevas variantes es menor mientras mayor sea
el porcentaje de vacunación. No es casualidad que tanto Delta como ómicron
hayan surgido en países con bajos índices de inoculación.
En este sentido,
queda de manifiesto la urgencia de que los países avanzados aumenten
sustancialmente la donación de vacunas hacia países más pobres. No solamente
por una cuestión ética básica, sino también por su interés propio ya que, si
algo ha declarado claro ómicron, es que el coronavirus no dejará de ser una
amenaza para ningún país hasta que deje de serlo para todos los países.
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