27/10/2021
La
inflación en la mayoría de países está en niveles significativamente más
elevados que los observados en la última década y por encima de los objetivos
de sus respectivos bancos centrales. En Estados Unidos, que durante la última
década vio cómo su tasa de inflación se ubicó consistentemente por debajo del
objetivo de 2% de la Reserva Federal (o la Fed), la inflación en septiembre
pasado fue de 5.4%. En México, donde el objetivo de Banco de México es de 3%,
la inflación fue de 6% anual en el mismo mes.
La gran
discusión que hoy ocupa a economistas y analistas a nivel global es si se trata
o no de un fenómeno temporal. De entrada, conviene apuntar que “temporal”
probablemente no sea el término más afortunado por ambiguo e inexacto. Después
de todo, incluso la inflación de Estados Unidos en los setenta fue “temporal”.
Al respecto, creo que es más productivo entender la naturaleza de las causas de
esta mayor inflación para poder determinar si se trata de un fenómeno
estructural y, sobre todo, cuáles deben de ser las medidas de política para
enfrentarla.
La
elevada inflación mundial obedece en buena medida a los cuellos de botella en
las cadenas de suministro de bienes manufacturados ante una fuerte alza de su
demanda y problemas logísticos tras un año y medio de pandemia. Los puertos en
el mundo están congestionados, con las embarcaciones esperando por días antes
de descargar mercancías, como sucede en Los ángeles y Long Beach, donde además
se registra una falta de estibadores.
Asimismo,
en tierra hay cuellos de botella ante la menor oferta de transportistas en
países como Estados Unidos y el Reino Unido.
Estos
cuellos de botella son resultado de la pandemia: por un lado medidas de
distanciamiento social que implican que puertos y embarcaciones no puedan
operar a toda su capacidad, y por otra un aumento inusual en la demanda por
bienes manufacturados que es resultado de la disminución en el consumo de
servicios debido a las mencionadas medidas de distanciamiento social.
Las
personas salen menos a comer fuera, pero entonces compran más utensilios de
cocina; han dejado de ir a los gimnasios, pero entonces compran equipo para
ejercitarse en casa. La razón por la que estos fenómenos no son estructurales
es porque eventualmente la pandemia estará bajo control y las cadenas de valor
podrán operar con capacidad normal y las personas van a rebalancear su consumo
desde los bienes a los servicios -no se comprarán equipos de ejercicios y
computadoras en forma recurrente.
La
inflación también es elevada debido a los altos precios de los energéticos que
a su vez obedecen a asuntos geopolíticos y a que la transición hacia energías
más limpias no está siendo lo gradual y ordenada que se esperaba.
El que
la alta inflación no sea estructural y no se explique por presiones de demanda
agregada no significa que no sea un problema y que no se deban implementar
políticas para atacarla. La mayor inflación resulta en pérdida de poder
adquisitivo para los trabajadores. Además, complica las decisiones de inversión
de las empresas e implica un riesgo de que eventualmente las expectativas de
inflación aumenten lo cual puede a su vez generar una mayor inflación.
Lo que
debe analizarse, es cuál es la mejor combinación de políticas para enfrentar el
problema. La política monetaria es inefectiva ante estos cuellos de botella. Si
los bancos centrales suben sus tasas, no harán nada por resolver el
congestionamiento en los puertos del mundo. Estos episodios inflacionarios no
se explican por un exceso de crédito y, en ese sentido encarecer el crédito no
los desaparecerá y, por el contrario, puede retrasar la recuperación. Además,
en situaciones de escasez, es sano que los precios de los bienes en cuestión
aumenten, pues así se lanza una señal de que su producción debe aumentar. Esto
implica que los puertos puedan operar más horas o que se adquieran más buques,
por ejemplo. No es deseable interferir con esas señales que envían los precios,
siempre y cuando el aumento no sea generalizado en todos los bienes o las
expectativas se desanclen, lo cual no ha sido el caso ni en México, ni en
Estados Unidos.
El
aumento de la inflación se explica por la pandemia. Lo mejor que pueden hacer
los gobiernos para resolverlo es intensificar la vacunación en lugar de apretar
la política monetaria.
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