11/1/2021
El 2 de
diciembre Europa invitó a EU a trabajar en una agenda para un cambio global. El
plan presentado por las instituciones europeas se ocupa de cuatro asuntos con
crecientes desafíos: la salud (la lucha contra las pandemias), el medio
ambiente (contra el cambio climático), el comercio y la tecnología (resolver
desacuerdos comerciales y definir estándares globales), y la gobernanza
política (cooperación humanitaria y equidad de la recuperación, prevenir
conflictos e impulsar la democracia). Son objetivos ambiciosos y bien
detallados en la propuesta europea, que sin embargo no menciona los mecanismos
que permitirían lograrlos. Unos incentivos que tienen que ser más poderosos que
el mero altruismo o que la preocupación compartida por el ascenso económico y geopolítico
de China.
En cambio
climático es especialmente importante encontrar mecanismos efectivos de
gobernanza multilateral, por la naturaleza del problema (el clima es de alcance
global) y porque no escasean precisamente los acuerdos internacionales que
toquen el medioambiente.
Por
ejemplo, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
va por su sesión anual (COP) 25. De dos de ellas salieron compromisos de
reducción de emisiones de gases de efecto invernadero: en 1997 el Protocolo de
Kyoto, de caída del 5% de las emisiones de los países industrializados sobre el
nivel de 1990; y en 2015 el Acuerdo de París, para mantener por debajo de 2ºC
el aumento de las temperaturas sobre niveles preindustriales. Sin embargo, las
emisiones mundiales ni siquiera se han estabilizado (sólo cayeron en 2009 con
la recesión global, como lo harán en 2020), y los actuales compromisos
nacionales de emisiones bajo el Acuerdo de París no frenarán el aumento de las
temperaturas.
Como ha
mostrado con su trabajo el Premio Nobel de Economía y Premio Fronteras del
Conocimiento Fundación BBVA, W. Nordhaus, el éxito de los mecanismos de
gobernanza multilateral del medio ambiente exigiría que su diseño lidie con los
gorrones (free-riders), que no tienen incentivos para ejecutar costosas
políticas de reducción de emisiones que ya hacen otros, disfrutando además de
los beneficios.
La
solución que plantea es establecer un club climático, con un objetivo común y
ambicioso de reducción de emisiones y con costes para los que no cumplan,
también y sobre todo si no son miembros del club. Estas penalizaciones se
pueden implementar con mecanismos de ajuste en frontera del contenido de
carbono de las importaciones, o directamente con una tarifa medioambiental
general.
El objetivo
es lograr que salga a cuenta pertenecer al club, dejar de ser un gorrón
climático, y reforzar así el objetivo de reducción de emisiones. Europa y EU,
pero también China e India, tienen mucho que acordar si se trata de reducir de
verdad las emisiones mundiales.
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