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Columna invitada BBVA





Transformación digital y competencia en el sector financiero

Santiago Fernández de Lis  y Pablo Urbiola Ortún BBVA Research

7/1/2019

La transformación digital de la economía ha alterado profundamente la estructura de un buen número de sectores empresariales, desde la industria de contenidos hasta el comercio minorista. El impacto también se está dejando notar en el sector financiero, aunque de forma más paulatina, en parte por el peso de la regulación financiera.

Nuevas empresas conocidas como fintechs han entrado a competir en servicios financieros específicos y, más recientemente, las grandes empresas tecnológicas han empezado a integrar algunos productos financieros en sus ecosistemas digitales, una expansión que presenta un gran potencial disruptivo para el sector financiero por el tamaño de esas empresas y por las características de los ecosistemas digitales que construyen.

No obstante, el alcance final de esa expansión es incierto y está condicionado por el marco regulatorio y de competencia.

Sin ánimo de adentrarnos en la predicción del futuro, es más probable que los ecosistemas digitales intervengan activamente en la distribución y comercialización de productos financieros que en su provisión final, al menos en aquellas áreas más reguladas, como la captación de depósitos.

En cualquier caso, la integración de servicios financieros en ecosistemas digitales que tienden a alcanzar posiciones de dominio en los mercados en los que operan plantea retos para la estabilidad financiera, la competencia y la protección de los consumidores.

Por un lado, algunos riesgos podrían concentrarse en un número muy reducido de jugadores, con una importancia parecida a la de las infraestructuras críticas. Por otra parte, la separación de la producción y la distribución de servicios financieros podrían desalinear algunos incentivos y generar problemas de riesgo moral en la concesión de crédito, o diluir algunas responsabilidades de protección al consumidor.

Los reguladores y supervisores financieros deben seguir de cerca la evolución del mercado, identificar los riesgos emergentes y, cuando sea necesario, ajustar el marco regulatorio, de forma que garantice la estabilidad financiera y la protección del consumidor y al mismo tiempo promueva la competencia en igualdad de condiciones.

En un entorno en el que coexisten, cada vez más, distintos tipos de proveedores y modelos de negocio, esto implica avanzar hacia un marco regulatorio y de supervisión más basado en actividades y riesgos que en el tipo de entidad que las desarrolla.

Promover la competencia en igualdad de condiciones requiere también regulaciones sobre la portabilidad y el acceso a datos que sean recíprocas y no generen asimetrías entre distintos tipos de jugadores. De lo contrario, pueden tener la consecuencia indeseada de contribuir a la tendencia de los mercados digitales hacia la concentración en unas pocas grandes empresas que acumulan grandes cantidades de datos y extienden su poder de un mercado a otro.

En este sentido, el papel de las autoridades de protección de datos y de las autoridades de competencia es vital para evitar que menoscaben los derechos de los usuarios como titulares de datos y que abusen de su posición de dominio para restringir la competencia.

Un problema al que se enfrentan las autoridades en este nuevo entorno es cómo hacer frente con políticas nacionales a compañías y ecosistemas digitales que son globales. Es difícil regular y controlar desde autoridades nacionales a servicios que circulan libremente en la red y traspasan fronteras.

Algunos países tienen políticas intrusivas con las que tratan de aislar sus mercados digitales, como es el caso destacado de China, pero en general las autoridades nacionales sienten una cierta impotencia.

Europa es en este sentido pionera, ya que dispone de un marco institucional en el que una autoridad como la Comisión Europea tiene competencias de protección del mercado interior, que son transfronterizas en la medida en que puede usarse ese término dentro de la UE. Algunos estándares europeos tienden a tomarse como referencia en otros países o regiones.

Por eso el enfoque que está dando la UE a la protección de datos o la política de competencia tiene una gran relevancia para la discusión global sobre los mercados digitales.

Un debate que plantea la cuestión si no sería necesario un organismo internacional -auspiciado quizás por el G20- que promueva una mayor coordinación en cuestiones relacionadas con la privacidad o la competencia.

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