1/3/2017
Frente a la situación más delicada que se
haya vivido en las últimas décadas en nuestro país, todo indica que la sociedad
mexicana ya realizó un diagnóstico sencillo y simple, el principal problema de
México se llama: Enrique Peña Nieto.
Sé que
el título de este artículo puede parecerle una cuestión simplista o el
resultado de una fobia, pero no es así, hay varios elementos en los cuales
debemos reflexionar a fin de evitar las conclusiones reduccionistas.
Como
usted seguramente ya sabe, de acuerdo con recientes sondeos, estamos frente al
gobierno con menor aceptación desde que se usan estudios demoscópicos para tal
fin.
Por
ello, es irremediable recurrir a los bajísimos índices de aprobación de la
gestión del presidente Peña, como un indicador del descontento de la sociedad de
cómo se han encarado los problemas de carácter interno y externo.
Al
menos en la percepción popular que ha quedado registrada en las diversas
encuestas, la inseguridad y la crisis económica son los dos principales
problemas identificados por los mexicanos.
Pero la
inseguridad y la crisis económica no pueden verse como fenómenos aislados,
necesariamente debe tenerse presente la corrupción, para entender por qué
siendo un país tan rico nos encontramos tan mal, y por otra parte, por qué pese
a las miles de muertes que ha ocasionado la llamada “guerra al narcotráfico”,
no se aprecia algún progreso que nos permita atisbar ciertas soluciones en el
mediano plazo.
A la
luz de esa situación debe entenderse el daño que le han hecho al gobierno de
Peña Nieto casos como el de la “casa blanca”, el departamento de Miami o los de
exgobernadores señalados por actos escandalosos de corrupción, y que hoy día o
se encuentran prófugos o no han sido aún llamados a rendir cuentas.
La
figura de Peña Nieto carece –al menos desde la percepción pública- de solvencia
moral que le permita llevar a cabo y con profundidad cualquier esfuerzo
anticorrupción, peor aún, pareciera que en realidad las distintas instancias
creadas para combatirla, sólo fueron diseñadas para cumplir en el papel con las
recomendaciones de organismos internacionales especializados en el tema.
Las
promesas de Peña Nieto en su campaña electoral relacionadas con la disminución
de la violencia simplemente quedaron en palabras. Los hechos demuestran lo
contrario.
Nos
encontramos bañados de sangre como en los peores días del sexenio de Felipe
Calderón.
En
cuanto a la política exterior las cosas están peor o al menos igual que en los
asuntos internos.
El
arribo de Donald Trump vino a evidenciar el grado de dependencia de todo tipo
de nuestro país hacia los Estados Unidos.
Y ya
teniendo enfrente el problema, en lugar de apoyarse en alguien de gran
experiencia, nombró a Luis Videgaray como Secretario de Relaciones Exteriores,
quien lamentablemente confesó que llegaba al puesto a “aprender”.
El
escritor Joe Barcala sintetizó muy bien qué tan mal está el actuar específico
de Peña Nieto frente a Trump:
“él
(Peña Nieto) no puede resolver el problema que tenemos enfrente con Donald
Trump, porque es una aplanadora que no se puede resolver sin conocimientos, sin
experiencia, con corrupción, ni en español”.
Por si
fuera poco, el principal enemigo del gobierno de Peña Nieto además de sí
mismo, es el tiempo.
Con el
cuarto año de gobierno en curso empieza el declive de la figura todopoderosa
del presidente.
Empiezan
las deslealtades y las desbandadas hacia otro puerto con mejores posibilidades
a partir del 2018.
Lo
preocupante es que todavía falta poco más de
un año y medio para que concluya esta administración.
El
gobierno de Peña Nieto tiene enfrente problemas muy graves y le han agarrado en
el peor momento, tanto que la mayoría de los mexicanos en una operación lógica
simplista ya detectó que el principal problema de México se llama: Enrique Peña
Nieto.
¿Harán
algo para salvar un poco de prestigio?
@abelpr5
Escritor y educador permanente.
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